
La
Calle de la Harina, desde la
Plaza del Arzobispo hasta la
Calle del Almudín, tiene un trazado estrecho y recto que se remonta al año 1468. Perteneciente a la antigua
Parroquia de San Pedro, después integrada en la Catedral como capilla, en ella se situó la casa de la
Cofradía de los Molineros que sobre su puerta tuvo una pequeña muela por divisa. Es por ello por lo que la calle recibe el nombre de este producto tan relacionado con el gremio. Recorre por tanto las
antiguas ruinas de la
Almoina, hoy convertidas en Museo, y la fachada lateral del
Palacio del Marqués de Campo, actual
Museo de la Ciudad.