La “plaza de Lope de Vega” tuvo
un rótulo cerámico muy bello que hoy se encuentra desubicado de su lugar, los
arcos hoy cegados de la logia de la iglesia de Santa Catalina. Con accesos desde las calles
de la Sombrerería, del Trench, de Martín Mengod y de la Virgen de la Paz, es
presidida por la puerta barroca de la fachada principal de dicha iglesia y su
gran ventanal circular. Este era el lugar, la “llotgeta del mustasaf”, donde el
más poderoso de los funcionarios medievales, el almotacén o musstassaf,
establecía sus sesiones para hacer justicia, entre otros, en los litigios sobre
pesos y medidas y en la comprobación de la calidad de los huevos que se vendían.
Recuerdo de aquello nos queda la argolla y el soporte pétreo en la parte
superior de dicha ventana donde colocaba su bandera en los días de sesión. Y
para aquellos que osaran vulnerar la justicia del comercio se establecía un
podio de piedra en una esquina de la calle Derechos recayente a la plaza del
Doctor Collado donde eran expuestos a la humillación pública.
Se llamó en tiempos de “les
Herbes”, “de la peixcatería” y “dels caps” pues hubo puestos donde se vendían
desperdicios de reses ovinas. Así, platerías, librerías de lance e, incluso, la
fachada de la autodenominada como casa más estrecha de España emergen en una
plaza bulliciosa, repleta de turistas y aledaña de una plaza redonda castiza y
entrañable. En 1917 se renombró a esta plaza dedicándola al literato Félix Lope
de Vega, el conocido como “Fénix de los Ingenios”, que ya tuvo una calle en el
barrio de pescadores cerca de la calle de las Barcas. Su vinculación con
nuestra ciudad fue intensa y, sin ir más lejos, cumplió en 1589 su destierro
aquí, escribió la comedia “Los locos de Valencia”, se bautizó en la iglesia de
San Esteban a su hija Teodora y su esposa Isabel fue enterrada junto a la pila
bautismal de San Vicente Ferrer.