30 de abril de 2016

La "plaza de la Virgen" constituye el centro de los actos más emblemáticos de los valencianos y la más entrañable de sus plazas.


La Plaza de la Virgen es, de seguro, la más emblemática y querida de Valencia. Con accesos, principalmente, desde la calle Micalet, Caballeros, Navellos, Bailía y Horno de los Apóstoles, se enclava en lugar de la Valencia fundacional romana, en la intersección de su cardus y decumanus, lugar donde antaño se ubicó su Foro y hoy una placa en medio del suelo de la plaza nos recuerda cómo Valencia fue fundada en el año  138 A.C. aprovechando la venida de soldados veteranos que fueron a luchar contra Viriato en la Lusitania. Los musulmanes, por su parte, convirtieron el lugar en el más adecuado para albergar su mezquita mayor en el centro de su medina y se aprovechó la Puerta de los Apóstoles de la catedral ya cristiana para que fuera el escenario glorioso de las sesiones del tribunal de justicia vivo más antiguo de Europa como es el Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia. Sucesivos nombres aprovecharon la coyuntura política para definir los tiempos que se vivían: El más tradicional fue el de plaza de la Seu por hallarse allí la catedral. Pero también en el año 1408 sabemos que se llamó “del pes de la palla” por hallarse el servicio de pesaje de esta materia tan apreciada. También se llamó “plaza de les Corts” por hallarse inmediata a ese edificio cuando estuvo en el actual Palau de la Generalitat, “del Estatuto”, “plaza de Fernando VII”, “de la Constitución” en el S.XIX, “de la República Federal” en 1875, “plaza de Vinatea” durante la Guerra Civil y, finalmente, “plaza de la Virgen” desde 1940.

La plaza tuvo unas dimensiones más reducidas en 1956 pues la actual es producto de la demolición de una manzana de casas que después ubicaron la Tómbola Valenciana de Caridad del Arzobispo Olaechea y también su aspecto pues existió hasta los años 70 una gran fuente en el lugar donde se ubica la gigantesca imagen de la Virgen para recibir las ofrendas florales en las fiestas falleras y que fue sustituida por la que conocemos unas decenas de metros más allá y que representa al rio Turia con las ocho acequias que nutren sus aguas. Antes de construirse la Basílica, el aspecto lo dominaba la “obra nueva de la Catedral” con sus arcadas a modo de balcones corridos que alojaban la capilla a la que se trasladó la imagen de la Virgen de los Desamparaddos desde la ermita del Capitulet del antiguo Hospital dels folls, ignoscens e orats. Cuando se decidió construir en 1667 una casa más digna para la patrona se la dotó de un edificio basilical de planta cuadrangular, ovalada en el interior y con una magnífica cúpula ornamentada con pinturas murales de Palomino. En el altar mayor la Virgen es flanqueada por dos figuras marmóreas de San Vicente Mártir y San Vicente Ferrer. Frente al edificio basilical, la conocida como “Casa Vestuario” se destina a lugar para deliberaciones del Tribunal de las Aguas y biblioteca. Más allá, los jardincillos del Palau de la Generalitat o “jardincillos de la Audiencia” ocupan el solar en el que antaño se situaba la antigua Casa de la Ciudad o Ayuntamiento desde 1342 antes de trasladarse a mediados del S.XIX a la Casa de Enseñanza del Arzobispo Mayoral.  Igualmente, el altar de la pila bautismal de Sant Vicent Ferrer coloca aquí su tablado para la representación del miracle y no menos emocionantes son el traslado de la Virgen desde la Basílica hasta la Catedral y la estampa que ofrece la plaza en la procesión del Corpus cuando sus “rocas” la atraviesan. En suma, el teatro perfecto de los sueños valencianos.