La calle del Pintor Sorolla es
hoy centro del eje financiero de Valencia entre la calle del Poeta Querol y la
plaza de Alfonso el Magnánimo. En tiempos se llamó plaza de las Barcas como
continuación notablemente ensanchada de la actual calle de las Barcas hasta que
en julio de 1900 se decidió dedicarla al más notable de nuestros pintores con
una placa realizada por Mariano Benlliure. Esta zona estuvo ocupada por el antiguo barrio
de pescadores, lugar donde calafates y vendedores de aparejos suministraban de
sus artes a los pescadores del Grao. Pero el inicio de la calle se conoció
también como “de la morera” por el enorme y viejo árbol que allí hubo y que se
puede observar en el plano del Padre Tosca y que dio lugar a la conocida
Farmacia de la Morera. Al demolerse, esta farmacia su solar lo ocupó uno de los
edificios más vibrantes de la ciudad, la del antiguo Banco de Valencia, compendio
de estilos para resultar de un eclecticismo delicioso, cuya obra se encomendó a
arquitectos de la talla de Traver, Almenar, Davó y Goerlich. El final de nuestra
más simbólica institución financiera es conocido por la gestión infame y
analfabeta de tantos mediocres que han colocado el nombre de nuestra ciudad
como el paradigma de la corrupción más indecente.
Otro magnífico palacio es el
que fue de la familia Caro hasta que fue habilitado por el Banco Urquijo. En
relación a los Caro hay que decir que su magnífico palacio de la calle
Almirante ha sido rehabilitado con exquisitez y sabiduría, elementos muchas
veces ausentes en rehabilitaciones de nulo gusto en nuestra ciudad, por
Santiago Máñez Testor para convertirlo en el Hotel Caro, verdadero ejemplo de
cómo se puede actuar en un edificio histórico con respeto, compromiso y
sabiduría. También el Palacete de los Pescara nos da un ejemplo de solemne
arquitectura en esta calle sorollesca. Finalmente destacaré el edificio del
antiguo colegio de la Presentación y Santo Tomás de Villanueva, fundado por
este santo en 1545 y tenido como el primer seminario del mundo adelantado a las
disposiciones del Concilio de Trento. De aquel edificio demolido sólo subsiste la propia presencia de
la institución en un edificio impersonal que muestra en su entrada el medallón
que hubo sobre la fachada de su antigua iglesia.